Yolanda D. acaba de ser madre de una niña. Se llamará Carmela, por su abuela materna. Vayan por ella estas “nanas en prosa”…
Érase que se era una crisis peor que la actual: la Dictadura en plena virulencia- callaré el año por no aclarar edades-. Vísperas de una huelga general en Ferrolterra. Carmela Abuela, en avanzado- diría yo “avanzadísimo”- estado de gestación, aguarda la llegada inminente de cigüeñas preñadas, allá por los Perlíos.
Noche oscura. La tensión se mastica en el ambiente. Se está preparando una muy gorda. Han dado ya las doce. Suena el teléfono en mi casa paterna: “Joseíño, S. fue a una reunión de Comisiones. No aparece. Detenido, seguro… Yo creo que este parto se adelanta…Si pudieras venir, que tengo mucho miedo…”.
No cogí mi Aston Martin sino un taxi. Ferrol era una tumba; la ría, un Leteo de aguas negras… Ya he llegado-Yolanda no, afortunadamente-. La Abuela Carmela, temblores y gemidos sofocados, corre a abrirme la puerta. “”¿Qué hago, Joseíño, yo qué hago…?” El reciente pase por el Atenas de “Helga, el Milagro de la Vida” me proporciona conocimientos básicos sobre la técnica de asistir a parturientas:
– Todo bajo control: tú vete respirando…
¡Cómo son las madres primerizas…! Va y me responde: “José, yo no sé si lo sabes, pero los niños no nacen por la boca…”
– ¡Pondré agua a hervir…! (Esto lo dicen en todas las películas…)
Una noche galaico-toledana. S. continuaba en sus labores clandestinas; servidor, de compadrón aficionado: “Si ves que viene, empuja…”.
Se presentó, no el parto, sino, por fin, el camarada S. Venía agotado y fue a encontrarme a mí, enseñando a soplar rítmicamente a la Abuela Carmela. Prefirió aplazar explicaciones. Me llevó a casa, la del alba sería…
Carmela, pequeñita: a tu madre Yolanda, casi la veo nacer, cierta noche de piedra.
(Publicado en DIARIO DE FERROL)
Anuncios
Responder