GARUFA
(Relato Porteño)
I
“Mientras el cuerpo aguante”, ¿no es eso lo que dicen? El mío, no sabe/no contesta… A no tardar, de no poner remedio, podríais verme, a primeras de cambio, arrumbado en una de esas esquinas peligrosas que te arruinan vida y hacienda y te estaría bien empleado, como decía mi madre, por bala perdida y encontrada en el templo consagrado a los dioses del desmadre.
Nací así, punto pelota. A las féminas les encantaba cómo era, que es de lo que se trata: uno procura repartir los dones de los que Mamá Naturaleza lo ha dotado, democráticamente. Nunca jamás ninguna había esperado mí discurso alguno sobre cualesquiera métodos que no sean los anticonceptivos… Y lo siento por Descartes, palabra. Con casadas, solteras, viudas o divorciadas, tanto monta, siempre he usado condón; pero agujereado… No corren vientos para echar semillas fuera.
Si debo describirme, dejaré este gustazo a los espejos planos… Situaríame mi natural modestia entre el canon etrusco y el marmóreo esplendor de Praxíteles, la elegante fortaleza de Mirón y la broncínea gracilidad de Policleto… “Diamante en bruto” ahorra palabrería, me consta… pero es que Graciella V., licenciada en Arte por la Universidad de Barcelona, solía escribirme, en veranos sucesivos, unas volcánicas cartas que conservo a buen recaudo por si acaso, de las que he sacado ese desfile de nombres de ahí arriba.
Con la treintena apenas comenzada, yo no quito ni pongo. Mi esqueleto pudo haberse estirado un poco más, lo reconozco; lo compensaba, con creces, mi resistencia física de corredor de fondo y forma: cuando empezaba, no paraba…Un, dos tres y respondía otra vez, hasta que mi contrincante, con la lengua de fuera, pedía tregua…
Reconozco la fatiga existencial que me provoca calzar siempre las mismas zapatillas; por eso era infiel a mis amores, al objeto, no más, de ganar tiempo, reponerme del tedio y ser capaz de evitar dolorosas rupturas y adioses para siempre en la vía muerta de las hojas caídas. La traición resulta siempre menos humillante que el olvido.
En todo caso, favor que les hacía al librarlas de un garufa consumado como Edmundo Lapiedra, servidor de usted, y usted, y usted, y no se me amontonen…
“Si soy así, ¿qué voy a hacer…?”… “Para mí todas son peras en el árbol del amor”, dale que te pego con el tango arrastrado y aplaudido en el arrastre… Después de la corrida, dos orejas de escuchar los parabienes y rabo para cumplir como se debe.
Me dedicaba a promover eventos a través de la red, por cuenta de una empresa multinacional a la que no citaré en este momento, y ello me proporcionaba sobradas ocasiones para el contacto humano “cuerpo a cuerpo”.
Si me embalo dándole a la mojada, no me faltan motivos para ello…Todo empezó con un rutinario análisis de sangre a través del seguro que me había sido asignado por contrato… Resultó que mi organismo no respondía como cabía esperar y habría que investigar sobre las causas.
La doctora Sanchís, desde el otro lado de la mesa, sin despegar la vista del ordenador, optó por no andarse por las ramas:
-Edmundo, deberá prepararse para un duro combate. Su diagnóstico no presagia nada bueno…
Tres minutos más tarde, fui sabedor de que mi vida amorosa se había ido al garete por una larga temporada… y eso con mucha suerte.
Tragué saliva y me mostré entero, ni más ni menos porque la tal Sanchis, cuarentona de carnes muy bien puestas, figuraba por entonces en mi apretada agenda de probables.
Salí de su despacho aguantando el tipo, con un montón de citas médicas pendientes. De hecho, no rompí a llorar en plan nenaza hasta estar de regreso en mi sancta sanctorum… Los muy hijos de puta, más pronto que más tarde, según le pareció a mis entendederas, se disponían a cortar por lo enfermo a primeras de cambio.
No me cogerían vivo…
II
Me faltó tiempo para presentar al maestro armero mis interminable lista de reclamaciones, sujetas a derecho todas ellas, y memorial de agravios al rebufo.
¿Qué había hecho yo para merecer aquello…? Estaba dispuesto a renunciar a pies y manos, a orejas y a narices…Pero mis partes nobles no me las tocaba nadie… a no ser con amor y a la luz de las velas, Julio Iglesias como música de fondo…
“Yo me debo a mi público”, ¿no se dice así…? Si no puedo ofrecerle pasión desenfrenada vuelta y vuelta, me quedo sin recursos a la hora de satisfacer expectativas… Porque, reconozcámoslo: a mi saber estar no se le pueden poner peros: tengo conversación y no me falta desparpajo mundano; visto razonablemente bien y me ducho con frecuencia, todo lo cual queda devaluado si, en paralelo, cojeo de mi tercer punto de apoyo…
El toro es ahora buey; su estatus de semental carece, estricto sensu, de sentido, aunque para tirar del carro sí valdría…
A este consolador de soledades de entrepierna XXX-L , se le acabó la pila y la pilila. Secula, seculorum… ¡A tomar por el saco…! Por el interés te quiero Andrés… ¡Apañados estamos…!
Botón de muestra al canto: cuando, jugando sobre seguro, acudí a Rita G., mi fan número uno, protagonista de mil y un lances galantes, deleitosos encuentros y locos escarceos, obtuve una respuesta contundente:
-Mira, querido, de sobra sabes que la sinceridad es la mejor de mis virtudes y nunca me ando con rodeos, de no andar los USA de turismo. Puestas así las cosas del querer, mejor será que dejemos de vernos: para aburrirme ya tengo a mi marido…
Touché… Noli me tangere… A no joderse tocan… Rita García Moreno, del comercio, sección de joyería, a vuelta de correo como quien dice, se apresuró a bajar a las redes un burdo rumor según el cual Edmundo L. pensaba someterme a un cambio de sexo en los próximos meses… Aquella infamia incluía fotografía mínimamente pixelada de “antes de” y hasta tres posibles resultados del proceso transgenérico.
La versión rubia platino, he de reconocer, casi me hacía justicia. En otras circunstancias, me hubiese apresurado a hacerme con sus señas y pasar al ataque… ¿No se afirma en las webs que brazos amputados reclaman su ración de paracetamol e ibuprofeno…? Teniéndolo tan alcance de la mano, no sería yo quien negase a mí mismo una ración de soma, a modo de consuelo paliativo… Solo que… Solo que Edmundo Lapiedra siempre había considerado la autosatisfacción como una vía sin retorno a la homosexualidad en estado larvario…Del mismo modo que empiezas con un porro y marchas de cabeza a la cocaína, la heroína y la ruina de Palmira…
Deseché tal sofisma de inmediato: mi supuesta nueva condición me libraba de todo tipo de sospecha.
Y, sin embargo, permanecía en mi espíritu la vertiginosa sensación de encontrarme cabalgando en un tiomuerto, dando vueltas y vueltas al borde del abismo. Todas las alarmas a la vez parecían haberse disparado de repente…
Mi autoestima se hallaba bajo mínimos históricos. Acabé despedido del trabajo, acusado de absentismo laboral; los demandé y mi recurso se vio desestimado.
Nada peor podía pasarme… Una vez más, estaba equivocado y a éste que lo era, se le dio por las filosofías de cagadero. No tardaron en cruzar en tropel por mi mente un sinfín de interrogantes, a cual más peregrino, destinados a dejarme sin aliento… Citaré únicamente algunos, de los más recurrentes y espinosos…
¿Puede una persona, un ser humano, un individuo de sexo masculino, conservar su hombría dentro de la manada, una vez privado de su condición de macho semental? ¿Cabría plantearse esta modalidad de duda razonable en el caso de una mujer, una hembra de su especie, poniendo su femineidad en la picota? ¿Debemos plantear como apriorismo la cuestión reproductiva no cualesquiera otras, en beneficio ajeno, que no propio…? ¿Sería el “creced y multiplicaos” una maldición divina, lejos de una amorosa consigna paternal nunca de obligado cumplimiento? ¿Debería un diagnosticado como yo terminar sus días de noche interminable en un convento benedictino carmelita camualdense? Y, sobre todo, ¿llevaba razón aquel ínclito doctor Gregorio Marañón cuando afirmaba para quien quisiera oírlo que todos los don Juanes que en el mundo han sido- el de Tirso de Molina, el de Zorilla, el de Unamuno, el de Kierkegaard y así hasta trepecientos…- eran unos sarasas, unos afeminados, unos queer… Nótese, ya puestos, que la inmensa mayoría de los tratantes del mito donjuanesco, resultaron ser escritores, no escritoras… El caso se repite si cambiamos de acera y llegamos a Carmen, de cuya condición de marimacho no ha llegado noticia alguna que uno sepa, de Merimee a Bizet vengo por toda la orilla… Al parecer, vendría siendo el varón y no al contrario el encargado de repartir virilidades…Curioso, muy curioso, amigo Watson… A mí, que me registren.
Quiero pensar que mantengo mis cabales bajo llave en algún oscuro rincón de mi cerebro. De todas las ocasiones en que pasé por el quirófano, el bisturí operó siempre de cintura para abajo.
Ya no me quedan planes que soñar como no sea la formación de un maduro coro de castrati. Algo he aprendido, ea, a lo largo y lo estrecho del viacrucis: yo seguiría siendo yo si me quedase tuerto, cojo o manco… La Gran Deidad Fálica y su culto fusiforme no va en mi carro a misa negra de las trece campanadas.
A este garufa de bacanal fallida, escupidera en los antros de peor nota, conservado en alcoholes garrafales, todavía le queda cresta suficiente para gritar y que se entere el mundo:
-Al llegar la última hora, que me quiten lo bailao…
Fin
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